El espíritu de la pintura holandesa encantado entre cuatro paredes. El proyecto de Karolina Rochman es una imagen viva

La creación del espacio-tiempo es un arte que combina sutilmente la pintura y el diseño de interiores, al tiempo que proporciona una herramienta para la expresión narrativa y estética. Puede compararse a un diálogo entre dos disciplinas afines: la arquitectura y la pintura, aportando la primera estructura y permanencia y la segunda emoción y profundidad metafórica. Como muestra el diseño del piso Red Stove de Karolina Rochman, situado en el ático de una de las casas adosadas de Sopot de 1904, un espacio habitable puede ser un cuadro encantado entre cuatro paredes.

Cada detalle -desde el color de las paredes hasta la disposición de los muebles- refleja la armonía, el ritmo y el simbolismo que emanan de las tradiciones pictóricas. La inspiración puede provenir de estilos, técnicas o épocas concretas, como la pintura holandesa del siglo XVII, cuya filosofía de lo cotidiano y lo bello se refleja en la disposición de los interiores.

czerwony piec

El proyecto Horno Rojo es un espacio donde la pintura se encuentra con la literatura, creando una composición llena de referencias al arte y la poesía. Inspirándose en la pintura de género holandesa, Karolina Rochman dio con la clave para crear armonía y emoción en el espacio. El elemento central del piso es la chimenea de mármol, que llama la atención nada más cruzar el umbral. Según la teoría de Roland Barthes, esta chimenea actúa como un punctum, un punto que crea una fuerte impresión e introduce al espectador en la narrativa interior.

La chimenea, aunque situada en un espacio de color limón, se integra perfectamente en las habitaciones siguientes, dominadas por los grises apagados. En una sala con mobiliario gris y dos sofás, llama la atención una mesa de madera decorada con marquetería, una sutil referencia a la artesanía de los ebenistas, artísticos ebanistas cuyo trabajo era tan preciso como el de los maestros pintores.

Al contemplar el interior como si fuera un cuadro, se advierte un sutil tratamiento compositivo denominado vista a través (doorsien), una apertura espacial que permite al ojo penetrar de una estancia a otra. Desde el gris del salón, vemos la chimenea de mármol en un marco amarillo, y más allá, los intensos colores de la cocina: azul marino y rojo, armoniosamente combinados con el marrón de la isla de cocina.

El diseño interior de la Estufa Roja toma de la pintura holandesa no sólo los colores, sino también la filosofía de la vida cotidiana. Como escribió Zbigniew Herbert, los interiores holandeses reflejan los «discretos encantos de la burguesía»: la armonía y el orden de la vida cotidiana. Con este espíritu, la cocina y el comedor se convierten en espacios donde dominan la funcionalidad y la estética. Las paredes azul marino, los toques rojos y la «mesa de madera pesada y lustrosa» del poema de Czesław Miłosz (Mesa II), crean una atmósfera que recuerda a los interiores de los cuadros de Johannes Vermeer.

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En el diseño, la pintura no sólo inspira, sino que aparece literalmente en los interiores. El techo de la sala principal presenta una pintura inspirada en el bodegón de Abraham Mignon: flores de colores exuberantes florecen sobre un fondo negro, rodeadas de estuco blanco para enmarcarlas. Esta sutil alusión a la naturaleza muerta convierte el interior en un «cuadro vivo – un testimonio de la frágil vida de los objetos, como escribió Czesław Miłosz.

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Como señala Herbert, en los interiores holandeses, el arte tenía una función utilitaria y los espacios habitables eran un «plano pictórico de la vida doméstica». Este espíritu se encuentra también en La estufa roja, un interior que cuenta una historia a través, entre otras cosas, de los objetos y los colores. La disposición en anfila de las habitaciones, la composición precisa de colores y detalles, y las transiciones rítmicas entre las distintas zonas del piso crean un cosmos inspirado en la pintura y la poesía.

La Estufa Roja no es sólo un diseño de interior, es una invitación al diálogo con el arte y la literatura, que se reflejan en el espacio vital. En este proyecto, el espacio-tiempo se convierte tanto en una disposición funcional como en una metáfora de la vida, donde la belleza de lo cotidiano se entrelaza con una estética refinada. En su obra, Karolina Rochman demuestra que la arquitectura de interiores, al igual que la pintura, puede ser una forma de narración, una imagen grabada en el espacio.

Diseño: Karolina Rochman Design

Fotografía: Rafał Lipski

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