Monumento al Holocausto en Ámsterdam: un significativo espacio de recuerdo y simbolismo

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad judía de los Países Bajos contaba con unas 140.000 personas. Llevaban siglos allí, dirigiendo diversos negocios y participando en la vida social y cultural del país. Tras los horrores de la ocupación alemana y las deportaciones sistemáticas, de este enorme grupo de personas sólo sobrevivieron unos pocos miles. Las víctimas del holocausto se conmemoran en el Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto, en Ámsterdam.

El monumento se erigió en pleno centro de Ámsterdam, en el antiguo barrio judío de Jodenbuurt. El Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto fue inaugurado el 19 de septiembre de 2021 en presencia, entre otros, del Rey Guillermo Alejandro. La estructura se erigió como homenaje a las más de 102.000 víctimas del Holocausto -en su mayoría judíos, pero también sinti y romaníes- asesinadas durante la ocupación alemana entre 1940 y 1945, la mayoría de las cuales murieron en Auschwitz y Sobibor. El monumento se construyó por iniciativa del Comité Holandés de Auschwitz. La zona en la que se construyó fue objeto de disputa desde el principio. Vecinos e instituciones públicas debatieron durante mucho tiempo si un objeto moderno y cargado de emotividad encajaría en esta parte de la ciudad. Al final se llegó a un compromiso que permitió que el edificio tuviera un carácter especial, síntesis de memoria y forma moderna de expresión.

El diseñador del monumento es el internacionalmente conocido y respetado arquitecto Daniel Libeskind, que desde hace años se ocupa de la creación de monumentos y museos relacionados con la tragedia de mediados del siglo XX. Su proyecto de Ámsterdam no se parece a un monumento clásico. Es un espacio en el que se entra, que se recorre y que activa no sólo el intelecto sino también los sentidos. El conjunto parece un laberinto estrecho y austero, lleno del peso silencioso de los nombres escritos en ladrillos. Cuatro vigas de acero suspendidas sobre las paredes forman las letras hebreas que componen la palabra לזכר – «liskor», que significa «recordar». Los espejos de arriba reflejan el entorno, creando una sensación de inmersión en el pasado que convive con el presente.

Cada uno de los más de 102.000 ladrillos lleva inscrito el nombre, la fecha de nacimiento y la edad en el momento de la muerte de cada víctima. Esta fue una decisión artística y ética consciente para restaurar la identidad individual de aquellos que habían sido reducidos a números en los campos de exterminio. El alfabeto de ladrillos no es aleatorio y está dispuesto en algo que se asemeja a un libro disperso de la memoria, encerrado en un espacio geométrico. Una parte separada de la composición es el Muro de los 1000 Nombres. Se trata de una sección del monumento en la que se han dejado ladrillos vacíos para las víctimas cuyas identidades puedan descubrirse en el futuro. El muro simboliza lo incompleto de nuestro conocimiento y la continuidad del proceso de la memoria. El monumento no cierra la historia, sino que la abre a las generaciones futuras.

La materia prima del edificio es también un elemento digno de destacar. Los ladrillos fueron donados por la fábrica de ladrillos Rodruz de Rossum. Su color evoca asociaciones con la sangre, la tierra, el hogar y también con la permanencia. Combinados con acero espejado, crean un contraste entre lo físico y táctil y lo efímero y reflexivo. El monumento al Holocausto de Ámsterdam tiene muchas dimensiones. El arte y el simbolismo se entremezclan con el deseo y la necesidad de una educación permanente. El lugar recibe numerosas visitas de colegios, grupos organizados y particulares. Cada visita es una oportunidad para conocer las historias personales de víctimas y supervivientes, cuyas voces siguen resonando a través de las actividades del Comité Holandés de Auschwitz.

Fuente: holocaustnamenmonument.nl, libeskind.com

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