Las autoridades locales portuguesas plantearon al estudio Rómulo Neto Arquitetos un reto único: diseñar un nuevo puente peatonal y ciclista que conectase las orillas del pequeño río Boco, que forma la frontera entre dos pueblos: Vagos y Sousa. El reto consistía no sólo en crear una infraestructura moderna, sino también en preservar la memoria del antiguo cruce.
El antiguo puente de Fareja, construido el 27 de junio de 1855 y cerrado en 1978, se ha deteriorado con el tiempo. Sin embargo, sus restos son una parte importante del paisaje y el patrimonio cultural de la región, por lo que los arquitectos decidieron diseñar un innovador puente-museo. La nueva estructura se creó de forma que resaltara las ruinas históricas y proporcionara a los residentes un paso seguro y estéticamente agradable.
Tras analizar detenidamente la ubicación y las posibles soluciones, el equipo de diseño se decidió por un puente en forma de arco con curvas y contracurvas pronunciadas. Esta solución permite una interacción visual ininterrumpida con las ruinas a lo largo de todo el cruce. Los usuarios también pueden admirarlas desde el espacio situado bajo la nueva estructura. Los diseñadores optaron por una forma minimalista, utilizando materiales que se funden a la perfección con el paisaje natural: acero envejecido y madera. La forma orgánica del puente le permite integrarse sutilmente en su entorno, minimizando su impacto visual en el medio ambiente. Aunque las ruinas desaparezcan por completo, la nueva estructura conservará su valor estético y funcional, integrándose armoniosamente en el paisaje.
Debido a las limitaciones presupuestarias, que no podían superar los 180.000 euros (IVA), hubo que encontrar soluciones estructurales óptimas. El puente se diseñó en cinco segmentos, cada uno de los cuales no superaba los 14 metros de longitud. Así se evitó la necesidad de transporte especializado, se redujeron los costes logísticos y se consiguió un montaje eficaz in situ. Además, la estructura se ha adaptado para satisfacer las necesidades básicas de los usuarios, proporcionando una anchura mínima de 2,5 metros, lo que permite que tanto peatones como ciclistas lo utilicen cómodamente. En las uniones de las rampas del puente se han previsto áreas de descanso, equipadas con bancos. Estos espacios no sólo ofrecen oportunidades para el descanso, sino que también proporcionan miradores y lugares de pesca, haciendo del puente tanto una pieza funcional de infraestructura como también un atractivo espacio social y recreativo. El puente-museo de Vagos i Sousa es un excelente ejemplo de simbiosis entre historia y arquitectura moderna, que demuestra que es posible crear soluciones modernas conservando el espíritu del pasado.
Proyecto: Rómulo Neto Arquitetos
Localización: Vagos y Aveiro, Portugal
Fotografía: Ivo Tavares Studio Estudio Ivo Tavares
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